¿Qué hora fue y qué hora es? Origen y evolución desde el siglo XIII hasta nuestros días

Maquinaria reloj

 

Maquinaria reloj

“Recuerde, el tiempo es distancia.
No se olvide de darle cuerda a su reloj.”
Yann Martel

El ser humano siempre ha dado muestras de su inquietud por medir el paso del tiempo. La relojería ha ido pasando por etapas en las que los astros eran suficiente para realizar esa labor hasta, poco a poco, ser sustituidos por dispositivos y mecanismos capaces de dar medidas muy precisas y regulares.

Es a finales del siglo XIII cuando empiezan a construirse relojes con piezas móviles para estar presentes, debido a su gran tamaño, en torres y edificios. Los descubrimientos y mejoras introducidos a partir del siglo XVII dieron la posibilidad de poder reducir el tamaño de las maquinarias de los relojes para conseguir que fuesen portables.

Fue Abraham Louis Breguet quien, en el año 1812, fabricó el primer reloj de pulsera para Caroline, hermana menor de Napoleón y reina de Nápoles. Pero es a principios de siglo XX cuando aparece el reloj de pulsera de una forma más popular, siendo las mujeres las primeras en utilizarlo, ya que los hombres mantendrían la costumbre del reloj de bolsillo hasta los años 30.

Reloj de bolsillo. Monte de Piedad de Granada
Reloj de bolsillo. Monte de Piedad de Granada

A partir de entonces se empiezan a desarrollar los relojes mecánicos manuales que necesitan cuerda para su funcionamiento. En 1904, Louis Cartier fabrica su primer reloj masculino de pulsera para el aviador brasileño Alberto Santos Dumont. En 1911, el legendario Cartier Santos ya es comercializado.

En 1923 aparece el reloj mecánico de carga automática, creado por John Harwood y que usa un oscilador de rotor que responde al movimiento de la muñeca. Paralelamente, Breitling fabrica su primer reloj de pulsera cronógrafo con pulsador independiente y Rolex patenta su mecanismo automático con rotor de cuerda unilateral.

Rolex Explorer Lote 49 Sesión Presencial Subasta Junio
Rolex Explorer Lote 49 Sesión Presencial Subasta Junio

Los años 50 y 60 fueron los años de oro para el reloj de pulsera mecánico, tanto manual como automático, y de las grandes complicaciones relojeras, tales como el Tourbillon, el calendario perpetuo, el doble huso horario, las fases de la luna, la alarma o el cronógrafo flyback con ratrapante, entre otros. Desde entonces, los mecanismos y diseños han ido evolucionando y perfeccionándose.

Muestra de esta evolución es el reloj Rolex Explorer, creado en 1953. En 1952, con motivo de la preparación de la ascensión al Everest, Rolex entregó este modelo a los escaladores, entre ellos Edmund Hillary, Charles Evans y Alfred Gregory. A partir de ese momento, el modelo Explorer ha sufrido únicamente sutiles variaciones, aunque la más significativa ha sido recientemente, en 2010, cuando se modificó el tamaño de la caja pasando a ser de 39mm.

La subasta del Monte de Piedad de Junio muestra un reloj Rolex Explorer que, sin duda, atraerá a coleccionistas y público en general, así como un Rolex Submariner de acero igualmente interesante.

Rolex Submariner Lote 2557 Sesión Online Subasta Junio
Rolex Submariner Lote 2557 Sesión Online Subasta Junio

Siguiendo con la cronología, no debemos olvidarnos de los relojes de maquinaria de cuarzo, que aparecieron en el mercado de la relojería a finales de los años 60 y que actualmente son los más comunes y vendidos. Estos relojes pueden ser analógicos o digitales, y ambos sistemas están alimentados por una batería que les aporta una gran exactitud y precisión. Inicialmente, eran utilizados por los japoneses. Como muestra de ello, en 1964, la firma Seiko utilizó uno de sus contadores de cuarzo para los Juegos Olímpicos de Tokio. Actualmente, el uso de maquinarias de cuarzo se ha extendido también a la relojería suiza, siendo una parte muy importante de su producción.

El reloj del cuarto de millón

Ayer en el Monte de Piedad todo pronosticaba que sería una buena tarde para la subasta. La gente esperaba silenciosa a que empezase la puja, con esa calma tensa que dan los nervios del que puede lograr lo que pretende pero también perderlo por muy poco.

Comenzaron a salir los lotes, a sonar las pujas y a verse las manos levantadas. Buenas adquisiciones, como ese impresionante Cartier de cuarzo modelo Panthére, aunque no fue hasta unos lotes después, en el 131, cuando el público se concentró al máximo y abrió sus pupilas.

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Ante sus ojos, un reloj de oro de tipo lepine de la firma Patek Philippe. Oro amarillo, sin tapa para proteger el cristal, dos discos móviles y la esfera redonda y metalizada con detalles en esmalte en la parte central. Su numeración mixta y las agujas en forma de flecha lo convierten en una pieza muy deseada por los coleccionistas y así se demostró ayer, como nos comenta Elena Muñoz, la subastadora de la sesión. “Hemos batido records, el del Monte de Piedad y el mío propio también. Así que imagínate, ha sido algo muy emocionante. Intuía que podía ser una subasta interesante. Los días previos ves que hay muchas expectación. Intuyes que va a haber muchas pujas y sabía que sería una subasta dura y reñida, pero en ningún momento pensábamos que el reloj podría alcanzar los 240.000 euros”, asegura.

El reloj, que partía con un precio de 4.000 euros, había subido significativamente de valor los días previos hasta alcanzar los 22.500 euros. Algo habitual ante este tipo de piezas de coleccionista. Sin embargo, en solo tres o cuatro minutos, cinco pujadores silenciaron al resto y cerraron su competición por llevarse el reloj: 50.000, 80.000, 100.000, 200.000 euros…

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Las pujas subían a toda velocidad, Elena dirigía la sesión con precisión, manteniendo el ritmo y atenta a todas las ofertas. Finalmente, se alzó la última voz: 240.000 euros. Un récord que trae buenas noticias no solo para el que consiguió llevarse el preciado reloj a casa.“Siempre es una satisfacción el trabajo bien hecho –explica Elena-, pero en este caso aún más por tres motivos. El comprador ha adquirido un gran reloj que tiene proyección de futuro; el vendedor se va a encontrar con unos ingresos muy superiores a lo que esperaba y que seguramente necesitaba y, en nuestro caso, porque vamos a poder destinar más dinero a nuestro proyectos sociales”.

Efectivamente, cuando una pieza alcanza en subasta un precio mayor que el de salida, el grueso del beneficio es para la persona que la empeñó. Pero, además, la comisión que se obtiene de la venta permite a la Fundación Montemadrid seguir financiando sus proyectos sociales y culturales. Así es como mucha gente con necesidades económicas puntuales logra, a través de empeños y subastas, unos ingresos muy útiles y oportunos.