De García Márquez a Lola Flores: Cómo utilizar los créditos no bancarios para llevar adelante proyectos artísticos y culturales

El reciente fallecimiento de Mercedes Barcha, mujer de Gabriel García Márquez, ha vuelto a poner de actualidad la utilidad que numerosas personalidades del mundo de la cultura han hecho de servicios como los del Monte para llevar a cabo sus proyectos. Una de las anécdotas relacionadas con el premio Nobel que ha salido a la luz ha sido que el día en que el escritor terminó el manuscrito de Cien años de soledad.  Él y su esposa fueron a una oficina de correos en México para enviarlo a la editorial en Argentina interesada en el libro. Un funcionario allí pesó el manuscrito y, para sorpresa de la pareja, se dieron cuenta de que no podían pagar el envío completo, por lo que enviaron solo la mitad. Según contó García Márquez, Mercedes utilizó lo último que les faltaba por empeñar —el calentador, su secador de pelo y la batidora— para poder enviar el resto de un libro que ya es parte de la historia de la literatura. Sospechamos que los éxitos de la novela permitieron recuperar las piezas dejadas en prenda.


Como ellos, son muchas las personas que han recurrido alguna vez o de forma periódica a la financiación a través de créditos con garantía de joyas como los que ofrece el Monte para poder llevar adelante sus proyectos culturales y empresariales. Es una manera de obtener de forma inmediata un crédito no bancario a bajo tipo de interés, sin gastos de apertura ni cancelación y con todas las garantías.

Uno de los casos más conocidos es el de Concha Velasco, que ha recurrido a este tipo de financiación de forma habitual para para sacar adelante proyectos teatrales. La actriz tiene un vínculo tan especial con el Monte que incluso presentó la subasta especial para celebrar el 317 aniversario de esta institución: «En mi caso, he tenido momentos maravillosos en los que Paco Marsó me ha regalado una joya enorme y yo, que no soy muy de llevarlas, me he dicho: «La dejo en El Monte y con lo que me den monto las escaleras de Mamá, quiero ser artista. Por ejemplo, el decorado giratorio de La rosa tatuada, de Tennessee Williams, fue gracias a un broche que traje aquí, y con un collar pude pagar a la orquesta del musical Hello Dolly”. Con las primeras funciones de cada obra, las joyas volvían siempre a su poder.

Concha no ha sido la única famosa de nuestro país en costear así sus obras. De hecho, conoció el Monte gracias a Lola Flores, ya que tanto ella como Lina Morgan acudían asiduamente con sus joyas para financiar sus espectáculos o dejarlas en custodia mientras estaban de gira. Había un problema: que las joyas quedaban a buen recaudo, pero sin conocimiento de los más allegados. La artista jerezana rápidamente le puso remedio. Según contaba en sus memorias, siempre que se iba de gira por América dejaba a su hija Lolita un sobre cerrado con instrucciones por si le pasaba algo, indicando dónde estaban las joyas, el dinero, etc. Y, fiel a su costumbre, cuando le fue concedida la Medalla de Mérito al Trabajo, la guardó junto a su joyas y piedras preciosas sin engarzar, que, como ella misma dijo “viajaban más al Monte de Piedad que el baúl de la Piquer a las Américas”.

El periodista Andrés Aberasturi también fue uno de sus usuarios durante algunos años difíciles. Contaba que su máquina de escribir entraba y salía del Monte constantemente, ya que después de escribir un artículo la tenía que empeñar para ir tirando hasta que lo cobraba y, cuando recibía el dinero, la recuperaba para poder escribir el siguiente artículo. ¿Habrían existido sus textos periodísticos sin la ayuda del Monte?

Sobre El Monte

El Monte siempre ha contribuido a que los sueños más ambiciosos de emprendedores, artistas o empresarios culturales se convirtieran en realidad. Desde aquí, damos las gracias a todos nuestros clientes (conocidos o no) por la confianza que han depositado en nosotros.

En la actualidad, el Monte de Fundación Montemadrid está presente en 6 ciudades en todo el territorio nacional, donde podrás realizar todas las gestiones que necesites. Las oficinas de Madrid, Móstoles, Granada, Córdoba, Alicante y Palma de Mallorca conservan la misma vocación de ayuda a la sociedad con la que fueron creadas, y las avala una larga experiencia en la tasación de alhajas.

El reloj del cuarto de millón

Ayer en el Monte de Piedad todo pronosticaba que sería una buena tarde para la subasta. La gente esperaba silenciosa a que empezase la puja, con esa calma tensa que dan los nervios del que puede lograr lo que pretende pero también perderlo por muy poco.

Comenzaron a salir los lotes, a sonar las pujas y a verse las manos levantadas. Buenas adquisiciones, como ese impresionante Cartier de cuarzo modelo Panthére, aunque no fue hasta unos lotes después, en el 131, cuando el público se concentró al máximo y abrió sus pupilas.

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Ante sus ojos, un reloj de oro de tipo lepine de la firma Patek Philippe. Oro amarillo, sin tapa para proteger el cristal, dos discos móviles y la esfera redonda y metalizada con detalles en esmalte en la parte central. Su numeración mixta y las agujas en forma de flecha lo convierten en una pieza muy deseada por los coleccionistas y así se demostró ayer, como nos comenta Elena Muñoz, la subastadora de la sesión. “Hemos batido records, el del Monte de Piedad y el mío propio también. Así que imagínate, ha sido algo muy emocionante. Intuía que podía ser una subasta interesante. Los días previos ves que hay muchas expectación. Intuyes que va a haber muchas pujas y sabía que sería una subasta dura y reñida, pero en ningún momento pensábamos que el reloj podría alcanzar los 240.000 euros”, asegura.

El reloj, que partía con un precio de 4.000 euros, había subido significativamente de valor los días previos hasta alcanzar los 22.500 euros. Algo habitual ante este tipo de piezas de coleccionista. Sin embargo, en solo tres o cuatro minutos, cinco pujadores silenciaron al resto y cerraron su competición por llevarse el reloj: 50.000, 80.000, 100.000, 200.000 euros…

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Las pujas subían a toda velocidad, Elena dirigía la sesión con precisión, manteniendo el ritmo y atenta a todas las ofertas. Finalmente, se alzó la última voz: 240.000 euros. Un récord que trae buenas noticias no solo para el que consiguió llevarse el preciado reloj a casa.“Siempre es una satisfacción el trabajo bien hecho –explica Elena-, pero en este caso aún más por tres motivos. El comprador ha adquirido un gran reloj que tiene proyección de futuro; el vendedor se va a encontrar con unos ingresos muy superiores a lo que esperaba y que seguramente necesitaba y, en nuestro caso, porque vamos a poder destinar más dinero a nuestro proyectos sociales”.

Efectivamente, cuando una pieza alcanza en subasta un precio mayor que el de salida, el grueso del beneficio es para la persona que la empeñó. Pero, además, la comisión que se obtiene de la venta permite a la Fundación Montemadrid seguir financiando sus proyectos sociales y culturales. Así es como mucha gente con necesidades económicas puntuales logra, a través de empeños y subastas, unos ingresos muy útiles y oportunos.